Tiempo es el Caballero
-Tiempo es, el caballero,
tiempo es de andar de aquí,
que ni puedo andar en pie,
ni al emperador servir,
que me crece la barriga
y se me acorta el vestir;
vergüenza he de mis doncellas,
las que me dan el vestir,
míranse unas a otras,
no hacen sino reír;
vergüenza he de mis caballeros,
los que sirven ante mí.
-Lloradlo, dijo, señora,
que así hizo mi madre a mí,
hijo soy de un labrador,
mi madre y yo pan vendí.
La infanta desque esto oyera,
comenzóse a maldecir:
-¡Maldita sea la doncella
que se deja seducir!
-No os maldigáis vos, señora,
no os queráis maldecir,
que hijo soy del rey de Francia,
mi madre es doña Beatriz;
cien castillos tengo en Francia,
señora, para os guarir,
cien doncellas me los guardan,
señora, para os servir.
Romance de la Hermana Cautiva
El día de los torneos
pasé por la morería,
y vi una mora lavando
al pie de una fuente fría.
- Apártate, mora bella,
apártate, mora linda,
que va a beber mi caballo
de esta agua cristalina
-Yo no soy mora , señor
Que soy cristiana cautiva;
me cautivaron los moros
cuando yo era una niña.
- ¿Te quieres venir a España?
- De buena gana lo haría
mas los pañuelos que lavo,
¡ay, quién los lavaría!
- Los de seda y los de organza,
aquí en mi caballería
y los que nada valieren,
la corriente llevaría.
- ¿Y mi honra, caballero,
cómo la defendería ?
- ¿Ves esta espada que llevo?,
pues con ella lucharía.
Al pasar por la frontera,
la mora se echó a reír.
- ¿De qué te ríes, morita,
del caballo o de mí?
- Ni me río del caballo,
tampoco de quien lo guía;
me río de ver a España,
que hace años no veía.
Al pasar por unos montes
la mora se echó a llorar.
¿Qué te pasa, morita,
que vas tan sentimental?
- Por estos montes cazando,
estando de cacería,
me cautivaron los moros
el día de Pascua Florida.
- ¿Cómo se llama tu padre ?
- ¿Mi padre? Don Juan Oliva
y un hermanito que tengo
se llama José María.
- ¡Abran puertas y ventanas,
balcones y celosías;
pensé traer una mora
y traigo a la sangre mía!
Yo me era mora Moraima...
Yo me era mora Moraima,
morilla de un bel catar,
cristiano vino a mi puerta,
cuitada, por me engañar;
hablóme en algarabía,
como aquel que la bien sabe:
-Ábreme las puertas, mora,
sí Alá te guarde de mal.
-¿Cómo te abriré, mezquina,
que no sé quién te serás?
-Yo soy el moro Mazote,
hermano de la tu madre,
que un cristiano dejó muerto,
tras mí venía el alcalde.
Si no me abres tú, mi vida,
aquí me verás matar.
Cuando esto oí, cuitada,
comencéme a levantar,
vistiérame una almejía
no hallando mi brial,
fuérame para la puerta
y abrila de par en par.
Romance de la gentil dama y el rústico pastor
Estáse la gentil dama
paseando en su vergel,
los pies tenía descalzos,
que era maravilla ver;
desde lejos me llamara,
no le quise responder.
Respondile con gran saña:
-¿Qué mandáis, gentil mujer?
Con una voz amorosa
comenzó de responder:
-Ven acá, el pastorcico,
si quieres tomar placer;
siesta es del mediodía,
que ya es hora de comer,
si querrás tomar posada
todo es a tu placer.
-Que no era tiempo, señora,
que me haya de detener,
que tengo mujer y hijos,
y casa de mantener,
y mi ganado en la sierra,
que se me iba a perder,
y aquellos que me lo guardan
no tenían qué comer.
-Vete con Dios, pastorcillo,
no te sabes entender,
hermosuras de mi cuerpo
yo te las hiciera ver:
delgadica en la cintura,
blanca soy como el papel,
la color tengo mezclada
como rosa en el rosel,
el cuello tengo de garza,
los ojos de un esparver,
las teticas agudicas,
que el brial quieren romper,
pues lo que tengo encubierto
maravilla es de lo ver.
-Ni aunque más tengáis, señora,
no me puedo detener.
Romance de las tres cautivas
A la verde, verde,
a la verde oliva,
donde cautivaron
a mis tres cautivas.
¿Qué nombre daremos
a estas tres cautivas?
La mayor Costanza,
la menor Lucía
y la más pequeña
Rosa, Rosalía.
¿Qué oficio daremos
a estas tres cautivas?
Costanza amasaba,
Lucía cernía
y la más pequeña
agua les traía.
Un día fue a por agua
a la fuente fría,
se encontró a un anciano
que de ella bebía.
- ¿Qué hace usted, buen hombre,
en la fuente fría?
- Estoy aguardando
a mis tres cautivas.
- Padre, usted es mi padre,
y yo soy su hija;
voy a avisarles
a mis hermanitas.
- Costanza, Lucía
he visto a padre
en la fuente fría.
Costanza lloraba,
Lucía gemía,
y la más pequeña
así les decía:
- No llores, Costanza,
no llores. Lucía,
que viniendo el moro
nos libertaría.
La picara mora,
que las escuchó,
abrió una mazmorra
y allí las metió.
Cuando vino el moro,
de allí las sacó,
y a su pobre padre
se las entregó.
Romance de Rosafresca
Rosafresca, Rosafresca, tan garrida y con amor,
cuando yo os tuve en mis brazos no vos supe servir, no,
y ahora que os serviría no vos puedo haber, no.
-Vuestra fue la culpa, amigo, vuestra fue, que mía no:
enviásteme una carta con un vuestro servidor
y en lugar de recaudar él dijera otra razón:
que érades casado, amigo, allá en tierra de León,
que tenéis mujer hermosa y hijos como una flor.
-Quien vos lo dijo, señora, no vos dijo verdad, no,
que yo nunca entré en Castilla ni allá en tierras de León,
sino cuando era pequeño que no sabía de amor.