Cuentos Populares Hindúes
Los Cuentos hindúes, tienen sus orígenes en el sentimiento popular y se expresan por medio de consejos, que querían responder a preguntas vitales .
El cuento hindú, expresa el estado de ánimo cultural, que siempre ha buscado la espiritualidad como base de su desarrollo y que está profundamente influenciado por los fundamentos de la religión budista.
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La vida de una tribu entera de ogros, dependía de dos abejas y su inmortalidad residía en ese secreto. Pero un día, un ogro, se enamoro ciegamente de una princesa que tenia cautiva. La princesa, fingiendo estar preocupada, por lo que pasaría, si el ogro no fuese inmortal, consiguió que éste, le desvelara el secreto de su inmortalidad.
- ¿
Los ogros no morimos?, - dijo el ogro a la princesa cautiva para tranquilizarla.
- ¡
No somos inmortales, pero nuestra muerte depende de un secreto que ningún ser humano adivinará!.
-
Te revelaré el secreto, para que no sufras.
Mira en ese estanque: en el centro hay un pilar de cristal y en la base reposan dos abejas.
Si un hombre puede sumergirse en las aguas y volver a la tierra con las abejas y libertarlas, todos los ogros moriremos.
- ¿
Pero quién adivinará este secreto? No te apesadumbres; puedes considerarme inmortal.
La princesa, escapo del palacio y reveló el secreto a un joven, del cual se había enamorado. El joven, se propuso romper el secreto y consiguió liberar a las abejas y así, cada ogro murió en su palacio, desapareciendo de la faz de la tierra.
La incipiente claridad del día, comenzaba a disipar las tinieblas de una noche tibia y hermosa.
Una paloma, revoloteando y revoloteando, penetró en un pequeño y recoleto templo de la India. Todas las paredes estaban adornadas de espejos y en ellos se reflejaba la imagen de una rosa, que estaba situada, como ofrenda, en el centro del altar.
La paloma, tomando las imágenes por la rosa misma, se abalanzó contra ellas, chocando violentamente una y otra vez contra las acristaladas paredes del templo, hasta que, al final, su frágil cuerpo reventó y halló la muerte.
Entonces, el cuerpo de la paloma, todavía caliente, cayó justo sobre la rosa.
Vivía en el Deján un príncipe llamado Dharma, jefe de distrito, que encabezaba a los hombres de bien; por desgracia tenía demasiados parientes. Su mujer, que se llamaba Candravati y que era oriunda del Malaya, era el adorno de las mujeres más hermosas y procedía de una gran familia. De aquella unión nació una hija a la que llamaron Lavanyavati, nombre que le cuadraba muy bien.
Cuando la hija, hubo alcanzado la edad de casarse, el rey fue destronado por sus parientes que se habían conjurado para repartirse el reino.
El rey tuvo que huir y abandono el país una noche con su mujer y su hija llevándose todas las joyas que pudo. Decidió dirigirse al Malava donde vivía su suegro, y aquella misma noche llegó a la selva de los montes Vindhyas acompañado por la mujer y la hija.
La noche, que lo había escoltado, quedó atrás cuando el rey penetró en la selva. Parecía que ésta llorara con las gotas de roció que dejaba caer al suelo. El sol había escalado la montaña del Oriente y proyectaba sus rayos, cual dedos, como para disuadir al príncipe de penetrar en aquella selva poblada de forajidos. Sin embargo, el rey prosiguió su marcha con la mujer y la hija, mientras las espinas de kusha les herían los pies. Llegaron así a una aldea fortificada de los bhillas. Era aquella una aldea de bandidos que quitan a los forasteros sus bienes y hasta la vida; la gente virtuosa la evita como la ciudad misma de la muerte.
Cuando aquellos hombres descubrieron desde lejos al rey con sus vestimentas y adornos reales, enviaron a una cuadrilla de shabaras armados para que le arrebataran sus bienes. Al verlos, el rey Dharma dijo a su mujer y a su hija:
-
Entren en la selva antes de que estos bárbaros se apoderen de ustedes.
Obedeciendo la orden del rey, la reina Candravati se internó en el bosque, llena de ansiedad, con su hija Lavanyavati; el rey, armado con una espada y una coraza, hizo frente como un héroe a los asaltantes. Dio muerte a muchos de aquellos shabaras que le enviaban lluvias de flechas. Pero el jefe de los bandidos, recurriendo a todos los hombres de la aldea, se precipitó sobre el rey que luchaba solo; entre todos le perforaron la coraza y le dieron muerte. La cuadrilla de salvajes se apoderó de los ornamentos reales y desapareció. La reina Candravati, oculta detrás de un arbusto, había visto cómo daban muerte a su marido. Desesperada por la aflicción emprendió la fuga con su hija y llegó a otra profunda selva, que se extendía a buena distancia de aquel lugar. A mediodía, la sombra se retraía, como los mismos viajeros, hacia el pie de los árboles, donde se sentía mayor frescura, como si el ardor del sol le hiciera daño. La reina y su hija se sentaron bajo un árbol ashoka, que crecía a orillas de una laguna de lotos. Agotada y enferma de pena, la reina no cesaba de llorar.
En aquel momento, un varón importante de los alrededores pasaba, montado a caballo, en compañía de su hijo con el fin de entregarse a la caza en aquel bosque. Se llamaba el caballero Candasimha y su hijo llevaba el nombre de Simhaparakrama. Al ver las dos hileras de huellas impresas en la arena, el caballero dijo a su hijo:
-
Sigamos estos pasos tan bien dibujados, que parecen de buen augurio.
Si encontrarnos a las dos mujeres a los que pertenecen, tomarás a la que más te guste. El joven Simhaparakrama dijo entonces:
-
La que me gustará por mujer es la que tiene los pies pequeños; con seguridad es joven, y a mi juicio es la que me conviene. La que tiene los pies grandes debe de ser de mayor edad y será apropiada para ti. Al oír estas palabras, Candasimha exclamó:
-¿
Qué estás diciendo?
No hace mucho que tu madre se ha ido al cielo. Habiendo perdido a tan buena esposa, ¿
podría desear otra?
-
No digas eso -replicó el hijo-.
La casa del jefe de una familia está vacía cuando en ella no hay una mujer. ¿
No conoces esta estrofa de Muladeva?
Una casa en la que no hay una mujer amada, de caderas y pechos poderosos y que mire al camino, es una cárcel sin cadenas. ¿
Quién querría entrar en ella, de no estar loco?
"
Tendrás la pena de verme morir, padre, si no tomas por esposa a la mujer que acompaña a la que yo elegí."
Candasimha consintió por fin y fue siguiendo lentamente las huellas. Así llegaron junto a la laguna donde vieron a la reina Candravati y a su hija Lavanyavati. La reina era de tez oscura y, con las numerosas perlas del más bello oriente que la adornaban, resplandecía como el cielo nocturno en pleno día, cielo que iluminaba a hija semejante a un brillante claro de luna. La reina descansaba a la sombra de un árbol. Lleno de curiosidad, Candasimha se le acercó en compañía de su hijo. Al verlo y temiendo que fuera un ladrón, la reina se puso en pie toda temblorosa.
-
No tengas miedo -le dijo la hija-
éstos no son ladrones.
Tienen aspecto amable y van bien vestidos. Sin duda vinieron aquí para cazar.
La reina aún vacilaba. Entonces, apeándose del caballo, Candasimha dijo a ambas mujeres:
-¿
Por qué se turban?
Hemos llegado hasta aquí por inclinación hacia ustedes. Tengan confianza y dígannos sin temor quiénes son. Se parecen a la Voluptuosidad y a la Alegría como si se hubieran refugiado en esta selva para llorar al dios Amor, quemado por el fuego que lanzaba el ojo de Shiva. ¿
Cómo han llegado a esta selva desierta?
Sus personas son dignas, de morar en un palacio guarnecido de piedras preciosas. ¿
Cómo han podido hollar este suelo lleno de espinas sus pies que merecen ser cuidados por hermosas criadas?
Esto nos desconcierta. ¡
Oh maravilla! E
ste polvo que, levantado por el viento, ha venido a dar en el rostro de ustedes arrebata su brillo al nuestro. Y este intenso calor del astro de resplandor violento, esos rayos que juguetean sobre sus delicados cuerpos... ¡
a nosotros mismos nos consume!
Dígannos, pues, lo que les ha ocurrido.
Tenemos el corazón afligido. No podríamos dejarlas permanecer en esta selva llena de animales feroces.
Después de oír estas palabras, la reina lanzó un suspiro y con lentitud se puso a contar su historia, afligida por la vergüenza y el dolor. Comprendiendo Candasimha que ambas mujeres estaban desprovistas de todo protector, trató de tranquilizarlas y por fin con sus suaves palabras les ganó el corazón; luego las hizo montar en su caballo y en el de su hijo y las condujo a su rica residencia de Vittapuri. Como carecía de todo recurso, la reina se sometió a la voluntad del caballero y fue como si hubiera cambiado de existencia. ¿
Qué puede hacer una mujer sin protección cuando cae en el infortunio en un país extranjero?
Simhaparakrama, hijo de Candasimha, tomó por esposa a la reina Candravati, porque ésta era la que tenía los pies pequeños: Candasimha se casó con la hija, Lavanyavati, porque tenía los pies grandes. Así lo habían convenido padre e hijo antes, cuando examinaron las dos clases de huellas, una de pies pequeños y a otra de pies algo mayores. ¿
Puede violarse semejante compromiso?
De manera que, a causa del error en que incurrieron tocante a los pies,
el padre se casó con la hija y
el hijo se casó con la madre, de suerte que la madre vino a ser la nuera de su hija y la hija vino a ser la suegra de su madre. Con el tiempo, las dos mujeres tuvieron con sus dos maridos hijos e hijas, los cuales a su vez engendraron otros hijos. Y así vivieron largo tiempo Candasimha y Simhaparakrama, con sus esposas Lavanyavati y Candravati.
Un aguador de la India, tenía sólo dos grandes vasijas que colgaba en los extremos de un palo y que llevaba sobre los hombros. Una tenía varias grietas por las que se escapaba el agua, de modo que al final de camino sólo conservaba la mitad, mientras que la otra era perfecta y mantenía intacto su contenido. Esto sucedía diariamente. La vasija sin grietas estaba muy orgullosa de sus logros pues se sabía idónea para los fines para los que fue creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba avergonzada de su propia imperfección y de no poder cumplir correctamente su cometido. Así que al cabo de dos años, le dijo al aguador:
-
Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas sólo obtienes la mitad del valor que deberías recibir por tu trabajo.
El aguador le contestó:
-
Cuando regresemos a casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino.
Así lo hizo la tinaja y, en efecto, vio muchísimas flores hermosas a lo largo de la vereda; pero siguió sintiéndose apenada porque al final sólo guardaba dentro de sí la mitad del agua inicial.
El aguador le dijo entonces:
-¿
Te diste cuenta de que las flores sólo crecen en tu lado del camino? Quise sacar el lado positivo de tus grietas y sembré semillas de flores. Todos los días las has regado y durante dos años yo he podido recogerlas. Si no fueras exactamente como eres, con tu capacidad y tus limitaciones, no hubiera sido posible crear esa belleza. Todos somos vasijas agrietadas por alguna parte, pero siempre existe la posibilidad de aprovechar las grietas para obtener buenos resultados.
Era un pueblo en el que vivían, frente a frente, un asceta y una prostituta.
El asceta llevaba una vida de penitencia y rigor, apenas comiendo y durmiendo en una mísera choza.
La mujer era visitada muy frecuentemente por hombres. Un día el asceta increpó a la prostituta:
-¿
Qué forma de vida es la tuya, mujer perversa?
Estás corrompida y corrompes a los demás. Insultas a Dios con tu comportamiento.
La mujer se sintió muy triste. En verdad, deseaba llevar otra forma de vida, pero era muy difícil dadas sus condiciones. Aunque no podía cambiar su modo de conseguir unas monedas, se apenaba y lamentaba de tener que recurrir a la prostitución, y cada vez que era tomada por un hombre, dirigía su mente hacia el Divino. Por su parte, el asceta comprobó con enorme desagrado, que la mujer seguía siendo visitada por toda clase de individuos. Adoptó la medida de coleccionar un guijarro por cada individuo que entrara en la casucha de la prostituta. Al cabo de un tiempo, tenía un buen montón de guijarros. Llamó a la prostituta y la recriminó:
-
Mujer, eres terrible. ¿
Ves estos guijarros?
Cada uno de ellos suma uno de tus abominables pecados.
La mujer sintió gran tribulación.
Deseó profundamente que Dios la apartase de ese modo de vida, y, unas semanas después, la muerte se la llevaba. Ese mismo día, por designios del inexorable destino, también murió el asceta, y he aquí que la mujer fue conducida a las regiones de la luz sublime y el asceta a las de las densas tinieblas. Al observar dónde lo llevaban, el asceta protestó enérgica y furiosamente por la injusticia que Dios cometía con él. Un mensajero del Divino le explicó:
-
Te quejas de ser conducido a las regiones inferiores a pesar de haber gastado tu vida en austeridades y penitencias, y de que, en cambio, la mujer haya sido conducida a las regiones de la luz. Pero, ¿
es que no comprendes que somos aquello que cosechamos? Echa un vistazo a la tierra. Allí yace tu cuerpo, rociado de perfume y cubierto de pétalos de rosa, honrado por todos, cortejado por músicos y plañideras, a punto para ser incinerado con todos los honores. En cambio, mira el cuerpo de la prostituta, abandonado a los buitres y chacales, ignorado por todos y por todos despreciado. Pero, sin embargo, ella cultivó pureza y elevados ideales para su corazón pensando en Dios constantemente, y tú, por el contrario, de tanto mirar el pecado, teñiste tu alma de impurezas. ¿
Comprendes, pues, por qué cada uno de ustedes va a una región tan diferente?
Un hombre muy rico, creyendo que estaba a punto de morir, llamó a sus hijos y dividió entre ellos sus propiedades. Sin embargo, no murió, y al levantarse de la cama, se encontró con que sus hijos ya no lo querían, ni tenían con él las delicadezas de antes, cuando todos esperaban conseguir mayor parte de su fortuna.
Todos lo trataban mal, y no se recataban para decir que deseaban que muriese lo más pronto posible, ya que su vida sólo originaba gastos y molestias.
El pobre hombre no cesaba de llorar, y un día se encontró con un viejo amigo, a quien contó lo que le ocurría. El amigo, conmovido por lo que acababa de oír, prometió hallar una solución a aquel estado de cosas.
En efecto, la encontró y a los pocos días llegó con gran pompa a la casa de su amigo, seguido de diez criados que eran portadores de unos pesados sacos llenos de piedras.
Cuando estuvieron solos, el amigo dijo:
-
¡Te he traído estas piedras para engañar a tus hijos.!
Cuando me marche vendrán a ver lo que te he traído.
Diles que he venido a pagarte una deuda muy antigua, y que eres más rico que antes. Ya verás cómo todos se desviven por ti. Volveré dentro de algún tiempo para ver cómo van las cosas.
Cuando, transcurridos unos meses, volvió el amigo, encontró al viejo rodeado de sus hijos, que todos a una se desvivían por él. Y así siguieron haciéndolo hasta que murió, descubriendo entonces el engaño, que tenían bien merecido.
Eran un anciano y un niño que viajaban con un burro de pueblo en pueblo.
Llegaron a una aldea caminando junto al asno y, al pasar por ella, un grupo de mozalbetes se rió de ellos, gritando:
-¡
Miren qué par de tontos!
Tienen un burro y, en lugar de montarlo, van los dos andando a su lado. Por lo menos, el viejo podría subirse al burro.
Entonces, el anciano se subió al burro y prosiguieron la marcha. Llegaron a otro pueblo y, al pasar por el mismo, algunas personas se llenaron de indignación cuando vieron al viejo sobre el burro y al niño caminando al lado. Dijeron:
-¡
Parece mentira! ¡
Qué desfachatez!
El viejo sentado en el burro y pobre niño caminando.
Al salir del pueblo, el anciano y el niño intercambiaron sus puestos.
Siguieron haciendo camino hasta llegar a otra aldea. Cuando las gentes los vieron, exclamaron escandalizados:
-¡
Esto es verdaderamente intolerable! ¿
Han visto algo semejante?
El muchacho montado en el burro y el pobre anciano caminando a su lado.
-¡
Qué vergüenza!
Puestas así las cosas, el viejo y el niño compartieron el burro. El fiel jumento, llevaba ahora el cuerpo de ambos sobre sus lomos. Cruzaron junto a un grupo de campesinos y éstos comenzaron a vociferar:
-¡
Sinvergüenzas! ¿
Es que no tienen corazón? ¡
Van a reventar al pobre animal!
El anciano y el niño optaron por cargar al burro sobre sus hombros. De este modo llegaron al siguiente pueblo. La gente se apiñó alrededor de ellos. Entre las carcajadas, los pueblerinos se mofaban gritando:
-
Nunca hemos visto gente tan boba. T
ienen un burro y, en lugar de montarse sobre él, lo llevan a cuestas. ¡
Esto sí que es bueno! ¡
Qué par de tontos!
De repente, el burro se revolvió, se precipitó en un barranco y murió.
Una fastuosa fiesta se celebraba en la corte real. El monarca, esperaba con ansiedad el momento de la danza, pues era muy amante de la misma.
Quedaban unos minutos para que tuviera lugar la representación, cuando la bailarina enfermó de gravedad. No se podía desairar al rey, así que se buscó afanosamente otra bailarina, para sustituir a la enferma, pero sucedió que no pudo ser hallada ninguna. El carácter del rey, era terrible cuando se enfadaba. ¿
Qué se podía hacer?
Uno de los ministros, resolvió elegir a uno de los sirvientes y se le ordenó que se disfrazara de bailarina y bailase ante el rey. El sirviente se disfrazó de bailarina, se maquilló minuciosamente y danzó con entusiasmo ante el monarca. El rey, satisfecho, dijo:
-
Aunque en algunas actitudes es un poco varonil, se trata de una gran bailarina. Me siento complacido.
La pregunta es:
Mientras el sirviente interpretaba a la bailarina, ¿
dejó de saber que era un hombre?
Nadie podría contestar, excepto él.