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Ciberbares

Cuentos de los Hermanos Grimm

Hermanos GrimmLos cuentistas conocidos como Hermanos Grimm, eran: Jacob Grimm (1785-1863) y su hermano Wilhelm (1786-1859) nacidos en Hanau, Hesse (Alemania). Fueron profesores de la Universidad de Gotinga, los despidieron en 1837 por protestar contra el rey Ernesto Augusto I de Hannover e invitados al año siguiente por Federico Guillermo IV de Prusia, como profesores en la Universidad Humboldt de Berlin.
Entre sus obras destacan:
- Kinder- und Hausmärchen (Cuentos para la infancia y el hogar),compuesto de dos volúmenes publicados en 1812 y 1815, que fue ampliado en 1857 y se conoce popularmente como: Cuentos de hadas de los hermanos Grimm. Entre sus títulos figuran: Blancanieves, Caperucita Roja, La bella durmiente, La Cenicienta, El príncipe rana, El sastrecillo valiente, Hansel y Gretel, Pulgarcito, Rapunzel, El lobo y los siete cabritos, El gato con botas...
- Leyendas alemanas.
- Silva de romances viejos. Una colección de romances españoles comentados.
- Diccionario de etimologías y ejemplos de uso del léxico alemán (Deutsches Wörterbuch), que consta de 33 tomos.

Pulgarcito

Blancanieves Un pobre labrador, estaba sentado una noche en el rincón del hogar; mientras su mujer hilaba a su lado, él la decía:
Cuánto siento no tener hijos! ¡Qué silencio hay en nuestra casa mientras en las demás todo es alegría y ruido!.
- ¡ -respondió su mujer suspirando-, yo quedaría contenta, aunque no tuviésemos más que uno solo tan grande como el dedo pulgar y le querríamos con todo nuestro corazón !.
En este intermedio, se quedo embarazada la mujer y al cabo de siete meses, dio a luz un niño bien formado con todos sus miembros, pero que no era mas alto que el dedo pulgar. Entonces dijo:
- ¡ Es tal como le hemos deseado y por ser pequeño no le querremos menos!.
Y sus padres le llamaron Pulgarcito, por su pequeño tamaño. Le criaron lo mejor que pudieron, mas no creció, y quedó como había sido desde su nacimiento. Sin embargo, tenía un gran talento: sus ojos eran inteligentes y a pesar de ser pequeño, era astuto y con una gran actividad para realizar lo que se proponia.
Preparábase un día el labrador para ir a cortar madera a un bosque, y se decía: - ¡ Cuánto me alegraría, tener alguien que llevase el carro!.
- ¡Padre -exclamó Pulgarcito-, yo quiero llevarlo, no tengáis miedo, lo llevare bien!.
El hombre se echó a reír.
- ¡Tú no puedes hacer eso -le dijo-, eres demasiado pequeño para llevar el caballo de la brida!. - ¡Qué importa eso, padre!.¡ Si mamá quiere enganchar, me meteré en la oreja del caballo, y le dirigiré donde queráis que vaya!. - ¡Está bien -dijo el padre-, veamos!.
La madre enganchó el caballo y puso a Pulgarcito en la oreja. Pulgarcito, fue dirigiendo al caballo por el camino que había que tomar, tan bien lo hizo, que el caballo marchó como si le condujese un buen carretero, y la carreta, llego al bosque por el camino correcto.
Mientras daban la vuelta a un recodo del camino, Pulgarcito gritaba:
Sooooh, arreee!. En ese momento, pasarón dos forasteros.
- ¡Dios mío! -exclamó uno de ellos-, ¿Qué es eso? ¿No me lo puedo creer,una carreta en marcha, oigo la voz del carretero y no veo a nadie?.
- ¡Es una cosa bastante extraña -dijo el otro-, vamos a seguir a esa carreta y a ver donde se detiene!.
El carro continuó su camino y se detuvo en el bosque, precisamente, en un el lugar donde había madera cortada. Cuando Pulgarcito, distinguió a su padre, le gritó:
-¿Ves padre, qué bien he traído el carro?. Ahora bájame.
El padre cogió con una mano la brida, sacó con la otra a su hijo de la oreja del caballo y le puso en el suelo: el pequeñuelo se sentó alegremente en una paja.
Al ver a Pulgarcito, los dos forasteros se quedarón impresionados, no sabiendo qué pensar.
Uno de ellos, llamó al otro y le dijo:
- ¿ Ese diablillo, podría hacernos ganar una fortuna, si lo mostramos en las ciudades y cobramos por enseñarlo?. ¿Tenemos que que comprarlo?. Se acercaron al labrador y le dijeron:
- ¿Vendenos ese enanillo?. ¿Nosotros, le cuidaremos bien?.
- ¡ No -respondió el padre-, es hijo mío, y no le vendo por todo el oro del mundo!. Pero al oír la conversación, Pulgarcito había trepado por los pliegues de los pantalones y la camisa de su padre, subiendo hasta llegar a sus espaldas, desde donde le dijo al oído: - ¡Padre vendedme a esos hombres, volveré pronto!.
Su padre siguio el consejo de Pulgarcito y se lo vendio a los dos hombres por una hermosa moneda de oro.
-¿Dónde quieres ponerte? -le dijeron.
Ah ponedme en el ala de vuestro sombrero; podré pasearme y ver el campo, y tendré cuidado de no caerme!. Hicieron lo que él quería, y en cuanto Pulgarcito, se despidió de su padre, se marcharon con él, caminando hasta hacerse de noche. Entonces, Pulgarcito, gritó:
-Esperadme, necesito bajar. - ¡Quédate en el sombrero -dijo uno de los hombres-; poco me importa lo que tengas que hacer, los pájaros hacen mucho más algunas veces.
- ¡
No, no -dijo Pulgarcito-, bajadme en seguida!.
Uno de los hombres lo cogió y lo puso en el suelo, justo, en una tierra arada al lado del camino. Pulgarcito, corrió velozmente entre los surcos, hasta encontrar en un agujero a su medida. Cuando se encontro,seguro, grito a los dos hombres:
- ¿Buenas noches, caballeros, ya estáis demás aquí? - les gritó Pulgarcito, riendose picaronaente.
Los hombres, quisieron atraparlo metiendo palitos en el agujero, mas todo fue trabajo perdido. Pulgarcito, se escondía cada vez, más adentro del agujero. Se habia hecho de noche y desistierón de atrapar a Pulgarcito, y regresar sus casas con las manos vacías.
Después de pasado rato grande, Pulgarcito,estimo que los hombres debian estar lejos y salio de agujero donde se habia guarecido. Pulgarcito, tenia miedo a la obscuridad y no deseaba emprender niguna aventura por la noche en medio del campo. Por fortuna, encontró un caracol vacío:
- ¡Gracias a Dios, que suerte! -dijo-, Me guarecere dentro de la concha del caracol y estaré seguro.
Cuando iba a dormirse, oyó charlar a dos hombres que pasaban cerca, y el uno decía al otro:
- ¿Cómo nos las arreglaríamos, para robar el oro y la plata, a ese cura tan rico? - ¡Yo os lo diré! -les gritó Pulgarcito,desde dentro de la concha del caracol.
- ¿Eeeh,quien habla? -exclamó uno de los ladrones asustados.
- ¿He oído hablar a alguien?.
- ¡Llevadme con vosotros y os ayudaré!. Grito nuevamente, Pulgarcito.
- ¿Dónde estás?. Pregunto uno de los hombres.
- ¡Buscadme por el suelo, por donde sale la voz!. Los futuros ladrones, iniciaón la búsqueda para encontrarle:
- ¡Que hombrecillo, tan diminuto!. -dijo uno de los hombres-. ¿Cómo quieres sernos útil? - ¡Escuchad, me deslizaré por entre los hierros de la ventana en el cuarto del cura, y os pasaré todo lo que me pidáis!. Respondio Pulgarcito.
- ¡Pues vamos a probarlo!. Contestarón los hombre.
En cuanto llegaron al presbiterio, Pulgarcito, se deslizó en el cuarto; después se puso a gritar con todas sus fuerzas:
-¿Queréis todo lo que hay aquí?
Los ladrones asustados le dijeron:
- ¿Habla bajo, vas a despertar a la gente?. Le susurraban los ladrones.
Pero Pulgarcito, haciendo como si no los hubiera oído, gritó de nuevo, más fuerte:
-¿Qué es lo que queréis? ¿Queréis todo lo que hay aquí?
Ante las voces, la criada del cura, que dormía en el cuarto de al lado, se desperto y se levantó alarmada por las voces. Los ladrones, al verse descubiertos se marcharó apresuradamente. Cuando notarón que volvia la calma, tomaron ánimo y creyendo que el picarillo Pulgarcito, quería divertirse a sus expensas, regreesarón y le susurraron:
- ¡Déjate de bromas, danos los tesoros!.
Entonces Pulgarcito, se puso a gritar de nuevo, con todas sus fuerzas:
- Voy a dáros todo: abrid las manos. Grito Pulgarcito.
La criada, sintio nuevamente los gritos de Pulgarcito y saltó de la cama, dirigiendose a la puerta. Los ladrones, viendo esto, echaron a correr como si el diablo se les hubiera aparecido; al cesar los ruidos, la criada, encendio una lámpara y reviso todo,sin encontrar nada raro. Pulgarcito, aprovecho el momento para ocultarse en el pajar, sin que le viese. La criada, después de haber registrado todos los rincones, sin descubrir nada, fue a acostarse, y creyó que había soñado.
Pulgarcito, se había subido al heno y coloco las hierbas, para hacer una camita donde descansar esa noche y regresar en seguida a casa de sus padres. ¡Pero debía sufrir más pruebas todavía! ¡Hay tanto mal en el mundo!. La criada, se levantó a la aurora, para dar de comer al ganado. Su primera visita fue a la pajar, tomando un brazado de heno, entre el que se encontraba dormido Pulgarcito. Dormía tan profundamente, que no se apercibió de nada, y no despertó hasta que estaba en la boca de una vaca, que le había cogido con un puñado de heno. Estaba desorientado y creyo que había caído dentro de un molino, pero pronto comprendió que se hallaba en la boca de una vaca, evitando ser masticado por los los dientes para poseriormente deslizarse por la garganta hasta la panza. La habitación le parecía estrecha, sin ventana, y no veía ni sol ni luz. La morada le desagradaba mucho, y lo que complicaba más su situación, es que caia continuamente heno, y el espacio se le hacía más estrecho cada vez.
Lleno de terror, gritó al fin lo más alto que pudo:
Basta de heno! ¡Basta de heno, no quiero más!.
La criada, estaba ordeñando la vaca; y oyó aquella voz sin ver a nadie, pero le parecio la misma voz que la había despertado la noche anterior. Al principio se asustó y se le cayó al suelo el cantaro de la leche.
Fue corriendo a buscar a su amo y le dijo: -¡Oh, Dios mio! ¡Señor cura, la vaca habla!.
- ¡ Tú estás loca -respondió el sacerdote-, y fue él mismo al establo, para asegurarse de lo que pasaba!.
Pero apenas había entrado, Pulgarcito gritó de nuevo:
Basta de heno! ¡No quiero más heno!
El cura se asustó a su vez, y creyendo que la vaca tenía el diablo en el cuerpo, dijo que era preciso matarla. La mataron, y la panza en que se hallaba prisionero el pobre Pulgarcito, fue arrojada al estiércol.
Pulgarcito, luchaba por desenredarse, y cuando empezaba a sacar la cabeza fuera, aparecio un gran lobo hambriento, que se arrojó sobre la panza de la vaca, y se la tragó de una vez. Pulgarcito, no perdió ánimo.
-Quizá -pensó para sí-, pueda negociar con este lobo. Y desde su vientre del lobo, donde estaba encerrado, le gritó:
-Querido amigo, quiero enseñarte dónde puedes hallar una buena comida.
-¿Dónde? -le dijo el lobo.
- En la casa roja de la pradera; puedes entrar por la puerta trasera de la cocina y encontrarás: tortas, sabrosos muslos de pollos, tocino, salchichas.... y muchos manjares más.
La casa roja de la pradera, era la casa de sus padres.
El lobo, no se lo penso dos veces: se introdujo en la cocina y comio y comio, hasta hartarse. Pero cuando quiso salir, se hallaba tan hinchado, que no cabia por la puerta. Pulgarcito, que había contado con esto, comenzó a hacer un ruido terrible en el cuerpo del lobo saltando y brincando con todas sus fuerzas.
-¿Quieres estarte quieto? -le dijo el lobo-, vas a despertar a todos.
-¿Y qué? -le respondió el Pulgarcito-. ¿No te has dado un gran festin? ¿Yo también quiero divertirme?.
Y se puso a gritar todo lo que pudo.
Los gritos de Pulgarcito, despertarón a sus padres, que corrieron y miraron en la cocina, a través de la cerradura. Cuando vieron que había un lobo, se armaron el hombre con una hacha y la mujer con una hoz.
-Ponte detrás -dijo el hombre a su mujer, cuando entraron en el cuarto-, voy a darle con mi hacha, si no le mato del golpe, le cortas tú el vientre.
Pulgarcito, que oyó la voz de su padre, se puso a gritar:
-Soy yo, querido padres, que estoy en el vientre del lobo.
-Gracias a Dios -dijo el padre lleno de alegría-, que hemos encontrado a nuestro hijo.
Y mandó a su mujer, que dejara la hoz de lado para no herir a su hijo. El padre le dio al lobo, un hachazo en la cabeza dejandolo muerto y en seguida le abrió el vientre con un cuchillo y unas tijeras, sacando Pulgarcito del vientre del lobo.
Ah! -le dijo-, ¡qué inquietos hemos estado por tu suerte!
-Sí, padre, he corrido mucho, pero por fortuna, estoy aquí..
-¿Dónde has estado?
Ah, padre! he estado en un hormiguero, en la panza de una vaca y en el vientre de un lobo. Ahora me quedo con vosotros.
-Nunca más, volveremos a venderte, aunque nos den todo el oro del mundo - dijeron sus padres abrazándole y estrechándole contra su corazón.
Le dieron de comer y le compraron ropas nuevas, porque las que traia, se habían estropeado durante la aventuras.

La Cenicienta

Cenicienta Un hombre rico tenía a su mujer muy enferma, y cuando vio que se acercaba su fin, llamó a su hija única y la dijo:
- ¡ Querida hija, sé piadosa y buena, Dios te protegerá desde el cielo y yo no me apartaré de tu lado y te bendeciré!. Poco después cerró los ojos y espiró. La niña iba todos los días a llorar al sepulcro de su madre y continuó siendo siempre piadosa y buena. Llegó el invierno y la nieve cubrió el sepulcro con su blanco manto, llegó la primavera y el sol doró las flores del campo y el padre de la niña se casó de nuevo.
La esposa, trajo dos niñas que tenían un rostro muy hermoso, pero un corazón muy duro y cruel; entonces comenzaron muy malos tiempos para la pobre huérfana. No queremos que esté ese pedazo de ganso, sentada a nuestro lado, que gane el pan que coma, váyase a la cocina con la criada.
- La quitaron sus vestidos buenos, la pusieron una basquiña remendada y vieja y la dieron unos zuecos. -¡Qué sucia está la orgullosa princesa!- decían las hermanas riéndose, y la mandaron ir a la cocina: tenía que trabajar allí desde por la mañana hasta la noche, levantarse temprano, traer agua, encender lumbre, coser y lavar; sus hermanas la hacían además todo el daño posible, se burlaban de ella y la vertían la comida en la lumbre, de manera que tenía que bajarse a recogerla. Por la noche cuando estaba cansada de tanto trabajar, no podía acostarse, pues no tenía cama, y la pasaba recostada al lado del hogar, y como siempre estaba, llena de polvo y ceniza, la llamaban la Cenicienta.
Sucedió, que su padre fue en una ocasión a una feria y preguntó a sus hijastras lo que querían las trajese.
- ¡Un bonito vestido! -dijo la una.
- ¡Una buena sortija!, -añadió la segunda.
- ¿Y tú Cenicienta?. ¿Qué quieres? .Le pregunto el padre.
- ¡Padre, traedme la primera rama que encontréis en el camino. Contesto Cenicienta.
El padre, compró a sus dos hijastras hermosos vestidos y sortijas adornadas de perlas y piedras preciosas, y a su regreso, al pasar por un bosque cubierto de verdor, tropezó con su sombrero en una rama de zarza, y la cortó. Cuando volvió a su casa, dio a sus hijastras lo que le habían pedido y la rama a la Cenicienta, la cual se lo agradeció; corrió al sepulcro de su madre, plantó la rama en él y lloró tanto que regada por sus lágrimas, no tardó la rama en crecer y convertirse en un hermoso árbol. Cenicienta, iba tres veces al día a ver el árbol, lloraba y oraba.
En la rama, siempre se posaba un pajarillo, y cuando Cenicienta, sentía algún deseo, el pajarillo le concedía lo que deseaba, al momento.
Celebró por entonces el rey unas grandes fiestas, que debían durar tres días, e invitó a ellas, a todas las jóvenes del país para que su hijo, eligiera la que más le agradase por esposa. Cuando supieron las dos hermanastras que debían asistir a aquellas fiestas, llamaron a la Cenicienta y la dijeron:
- ¡Péinanos, límpianos los zapatos y ponles bien las hebillas, pues vamos a una boda al palacio del rey!. Cenicienta, las escuchó llorando, pues las hubiera acompañado con mucho gusto al baile, y suplicó a su madrastra se lo permitiese.
- ¡Cenicienta!, dijo la madrastra: ¿Estás llena de polvo y ceniza y quieres ir a una boda?. ¿No tienes vestidos ni zapatos y quieres bailar?.
Pero como insistiese en sus súplicas, lprometio:
¡ Se ha caído un plato de lentejas en la ceniza, si las recoges antes de dos horas, vendrás con nosotras
!.
Cenicienta salió al jardín por la puerta trasera y dijo:
- ¡Tiernas palomas, amables tórtolas, pájaros del cielo, venid todos y ayudadme a recoger!.
Las buenas en el puchero,
las malas en el caldero.
Entraron por la ventana de la cocina dos palomas blancas, y después dos tórtolas y por último comenzaron a revolotear alrededor del hogar todos los pájaros del cielo, que acabaron por bajarse a la ceniza, y las palomas picoteaban con sus piquitos diciendo pi, pi, y los restantes pájaros comenzaron también a decir pi, pi, y pusieron todos los granos buenos en el plato. Aun no había trascurrido una hora, y ya estaba todo concluido y se marcharon volando. Llevó entonces la niña, llena de alegría, el plato a su madrastra, creyendo que le permitiría ir a la boda, pero la dijo:
- ¡ No, Cenicienta, no tienes vestido y no sabes bailar, se reirían de nosotras!
Mas viendo que lloraba añadió:
- ¡ Si puedes recoger de entre la ceniza dos platos llenos de lentejas en una hora, irás con nosotras.!
Creyendo en su interior, que no podría hacerlo, vertió los dos platos de lentejas en la ceniza y se marchó, pero la joven salió entonces al jardín por la puerta trasera y volvió a decir:
- ¡Tiernas palomas, amables tórtolas, pájaros del cielo, venid todos y ayudadme a recoger!.
Las buenas en el puchero,
las malas en el caldero.
Entraron por la ventana de la cocina dos palomas blancas, después dos tórtolas, y por último comenzaron a revolotear alrededor del hogar todos los pájaros del cielo que acabaron por bajarse a la ceniza y las palomas picoteaban con sus piquitos diciendo pi, pi, y los demás pájaros comenzaron a decir también pi, pi, y pusieron todas las lentejas buenas en el plato, y aun no había trascurrido media hora, cuando ya estaba todo concluido y se marcharon volando. Llevó la niña llena de alegría el plato a su madrastra, creyendo que la permitiría ir a la boda, pero la dijo:
- ¡Todo es inútil, no puedes venir, porque no tienes vestido y no sabes bailar; se reirían de nosotras!.
La volvió entonces la espalda y se marchó con sus orgullosas hijas. En cuanto quedó sola en casa, fue la Cenicienta al sepulcro de su madre, debajo del árbol, y comenzó a decir:
Arbolito pequeño,
dame un vestido;
que sea, de oro y plata,
muy bien tejido.
El pájaro, la dio entonces un vestido de oro y plata y unos zapatos bordados de plata y seda; en seguida se puso el vestido y se marchó a la boda; sus hermanas y madrastra no la conocieron, y pensaban que sería alguna princesa extranjera, pues les pareció muy hermosa con su vestido de oro, y no la relacionaron con Cenicienta, creyendo estaría mondando lentejas sentada en el hogar. Salió a su encuentro el hijo del rey, la tomó de la mano y bailó con ella, no permitiéndola bailar con nadie, pues no la soltó de la mano, y si se acercaba algún otro a invitarla, le decía:
- ¡Es mi pareja!. Bailó hasta el amanecer y entonces decidió marcharse; el príncipe la dijo:
- ¡ Iré contigo y te acompañaré!. Pues el príncipe, deseaba saber quién era aquella joven, pero ella se despidió, y al llegar a sucasa saltó al palomar. El príncipe, aguardó, hasta que aparecio el padre de Cenicienta y le dijo que la doncella extranjera, había saltado al palomar. El anciano creyó que debía ser la Cenicienta; trajeron una piqueta y un martillo para derribar el palomar, pero no había nadie dentro, y cuando llegaron a la casa de la Cenicienta, la encontraron sentada, con sus sucios vestidos y un turbio candil ardiendo en la chimenea, pues la Cenicienta había entrado y salido muy rápido del palomar y fue corriendo hacia el sepulcro de su madre, donde se quitó los hermosos vestidos que se llevó el pájaro y después se fue a sentar con su basquiña gris a la cocina.
Al día siguiente; cuando llegó la hora en que iba a iniciar fiesta, se marcharon sus padres y hermanas y Cenicienta, se fue junto al arbolito, donde se posaba el pajarillo y dijo:
Arbolito pequeño,
dame un vestido;
que sea, de oro y plata,
muy bien tejido.
El pájaro, le dio un vestido mucho más hermoso que el del día anterior y cuando se presentó en la fiesta, con aquel traje, dejó a todos admirados de su extraordinaria belleza; el príncipe que la estaba aguardando, la cogió de la mano y bailó toda la noche con ella; cuando iba algún otro a invitarla, decía:
- ¡Es mi pareja!. Al amanecer manifestó deseos de marcharse, pero el príncipe la si guió para ver la casa en que entraba, más de pronto se metió en el jardín de detrás de la casa. Había en él, un hermoso árbol muy grande, del cuál colgaban hermosas peras; Cenicienta trepó hasta sus ramas y el príncipe no pudo saber por dónde había ido, pero aguardó hasta que llego su padre y le dijo:
- ¡La doncella extranjera se me ha escapado; me parece que ha saltado el peral!. El padre creyó que debía ser la Cenicienta; mandó traer una hacha y derribó el árbol, pero no había nadie en él, y cuando llegaron a la casa, estaba la Cenicienta sentada, como la noche anterior, pues había saltado por el otro lado el árbol y fue corriendo al sepulcro de su madre, donde dejó al pájaro sus hermosos vestidos y tomó su basquiña gris.
Al día siguiente, cuando se marcharon sus padres y hermanas, fue también la Cenicienta al sepulcro de su madre y dijo al arbolito:
Arbolito pequeño,
dame un vestido;
que sea, de oro y plata,
muy bien tejido.
El pájaro, le dio un vestido que era mucho más hermoso y magnífico que ninguno de los anteriores, y los zapatos eran todos de oro, y cuando se presentó en la fiestacon aquel vestido, nadie tenía palabras para expresar su asombro; el príncipe bailó toda la noche con ella y cuando se acercaba alguno a invitarla, le decía:
- ¡ Es mi pareja !. Al amanecer se empeñó en marcharse la Cenicienta, y el príncipe en acompañarla, mas se escapó con tal ligereza que no pudo seguirla, pero el hijo del rey había mandado untar toda la escalera de pez y se quedó pegado en ella el zapato izquierdo de la joven; el príncipe tomo el zapato y vio que era muy pequeño, bonito y todo de oro. Al día siguiente fue a ver al padre de la Cenicienta y le dijo:
- ¿He decidido sea mi esposa a la que venga bien este zapato de oro ?.
Las dos hermanas, se pusieron muy contentas, porque tenían los pies muy bonitos; la mayor entró con el zapato en su cuarto para probársele, su madre estaba a su lado, pero no se le podía meter, porque sus dedos eran demasiado largos y el zapato muy pequeño; al verlo la dijo su madre alargándola un cuchillo:
- ¿Córtate los dedos, pues cuando seas reina no irás nunca a pie?.
La joven se cortó los dedos; metió el zapato en el pie, ocultó su dolor y salió a reunirse con príncipe, que la subió a su caballo como si fuera su novia, y se marchó con ella, pero tenía que pasar por el lado del sepulcro de la primera mujer de su padrastro, en cuyo árbol había dos palomas, que comenzaron a decir.
No sigas más adelante,
detente a ver un instante,
que el zapato es muy pequeño
y esa novia no es su dueño.
Se detuvo, la miró los pies y vio correr la sangre; volvió su caballo, condujo a su casa a la novia fingida y dijo no era la que había pedido, que se probase el zapato la otra hermana. Entró ésta en su cuarto y se le metió bien por delante, pero el talón era demasiado grueso; entonces su madre la alargó un cuchillo y la dijo:
- ¿Córtate el talón, pues cuando seas reina no irás nunca a pie?.
La joven se cortó un pedazo de talón, metió un pie en el zapato, y ocultando el dolor, salió a ver al príncipe, que la subió en su caballo como si fuera su novia y se marchó con ella; cuando pasaron delante del árbol había dos palomas que comenzaron a decir:
El Principe busca a Cenicienta Se detuvo, la miró los pies, y vio correr la sangre, volvió su caballo y condujo a su casa a la novia fingida:
- ¿Tampoco es esta la que busco?, dijo:
-¿Tenéis otra hija?
- ¡ No!, contestó el marido; ¿de mi primera mujer tuve una pobre chica, a que llamamos la Cenicienta, porque está siempre en la cocina, pero esa no puede ser la novia que buscáis ?.
-El hijo del rey insistió en verla, pero la madre le replicó:
- ¡ No, no, está demasiado sucia para atreverme a enseñarla !.
- El príncipe, empeñó en verla y tuvieron que llamar a la Cenicienta. Se lavó primero la cara y las manos, y salió después a presencia del príncipe, que la alargó el zapato de oro; se sentó en su banco, sacó de su pie el pesado zueco y se puso el zapato que la venía perfectamente, y cuando se levantó y le vio el príncipe la cara, reconoció a la hermosa doncella, que había bailado con él, y dijo:
;- ¡ Esta es mi verdadera novia !.
La madrastra y las dos hermanas se pusieron pálidas de ira, pero príncipe subió a Cenicienta, a su caballo y se marchó con ella, y cuando pasaban por delante del árbol, dijeron las dos palomas blancas:
Sigue, príncipe, sigue adelante sin parar un solo instante,
pues ya encontraste el dueño
del zapatito pequeño.
Boda de Cenicienta y el Principe Después de decir esto, echaron a volar y se pusieron en los hombros de la Cenicienta, una en el derecho y otra en el izquierdo.
Cuando se celebro la boda, fueron las hermanastras a acompañarla y tomar parte en su felicidad, y al dirigirse los novios a la iglesia, iba la mayor a la derecha y la menor a la izquierda, y las palomas que llevaba Cenicienta en sus hombros picaron a la mayor en el ojo derecho y a la menor en el izquierdo, de modo que picaron a cada una un ojo; a su regreso se puso la mayor a la izquierda y la menor a la derecha, y las palomas picaron a cada una en el otro ojo, quedando ciegas toda su vida por su falsedad y envidia.

El lobo y los siete cabritillos

Érase una vez, una vieja cabra que tenía siete cabritillos, a las que quería tan tiernamente como una madre puede querer a sus hijos. Un día, tuvo que salir al bosque, a buscar comida y llamó a sus cabritillos.
- Hijos mías - les dijo - me voy al bosque; traer mucho cuidado con el lobo, pues si entra en la casa, os devorará a todas sin dejar ni un pelo. El muy malvado, suele disfrazarse, pero lo conoceréis enseguida por su voz ronca y sus patas negras..
Los cabritillos respondieron:
- Tendremos mucho cuidado, mama. Podéis marcharos tranquila.
Se despidio la vieja cabra de sus cabritillos con un balido y confiada, emprendió su camino.
No había transcurrido mucho tiempo, cuando llamaron a la puerta y una voz dijo:
- Abrid, hijitos. Soy vuestra madre, que estoy de vuelta y os traigo comida para todos..
Pero los cabritillos comprendieron, que esa voz ronca, era la del lobo.
- No te abriremos,- exclamaron, - no eres nuestra madre. Ella tiene una voz suave y cariñosa, y la tuya es ronca: tú eres el lobo. El lobo se marcho y fue a la tienda a comprar huevos. Se los comió para aclararse la voz y volvió a la casita. Llamando nuevamente a la puerta:
- Abrid hijitos, - dijo, - soy vuestra madre y os traigo comida para todos.
Pero el lobo había puesto su pata negra en la ventana, y al verla los cabritillos, exclamaron:
- No, no te abriremos; nuestra madre no tiene las patas negras como tú. ¡Eres el lobo!
Corrió entonces el muy bribón, a un molino y le dijo al molinero:
- Mira, me he lastimado una pata; úntamelo con un poco de harina.
El molinero, comprendiendo que el lobo tramaba alguna tropelía, se nego al principio, pero el lobo le amenazó:
- Si no lo haces, te devoro. El molinero, asustado, le blanqueó la pata.
Volvió el lobo por tercera vez, a llamar a la puerta y golpeando la puerta dijo:
- Abrid, hijitos; soy vuestra querida mama, que ya he regresado y os traigo muchas cosas del bosque.
Los cabritillos replicaron:
- Enséñanos la pata; queremos asegurarnos de que eres nuestra madre.
El lobo puso la pata en la ventana y los cabritillos al ver que era blanca, creyeron que eran verdad que era su madre y se apresuraron a abrir. Pero fue el lobo quien entró. ¡Qué sobresalto, Dios mío! ¡Y qué prisas por esconderse todas! Uno se escondio debajo de la mesa; el otro, debajo de la cama; el tercero, en el horno; el cuarto, en la cocina; el quinta, en el armario; el sexto, debajo del fregadero, y el más pequeño, en la caja del reloj.
Pero el lobo fue descubriéndolos uno tras otro y, sin gastar cumplidos, se los engulló a todos, menos al más pequeño, que oculta en la caja del reloj y pudo escapar a sus pesquisas. Harto y satisfecho, el lobo se alejó a un trote ligero, hasta encontrar un verde prado, donde se tumbo, a dormir bajo la sombra de un árbol.
Al cabo de un rato, regresó a casa la vieja cabra. ¡Santo Dios, lo que vio! La puerta, abierta de par en par; la mesa, las sillas y bancos, todo volcado y revuelto; la jofaina, rota en mil pedazos; las mantas y almohadas, por el suelo. Buscó a sus cabritillos, pero no aparecieron por ninguna parte; los llamó por sus nombres, pero ninguna contestó, a excepción del más pequeño, que respondio con vocecita temerosa, diciendo:
- Madre querida, estoy en la caja del reloj. La cabra lo saco de la caja del reloj, y el pequeño le explicó que había venido el lobo y se había comido a los demás cabritillos. ¡Imaginad con qué desconsuelo lloraba la madre, la pérdida de sus cabritillos!
Cuando ya no le quedaban más lágrimas, salió al campo en compañía de su pequeño, y, al llegar al prado, vio al lobo dormido debajo del árbol, roncando tan fuertemente que hacía temblar las ramas.
Al observarlo de cerca, parecióle que algo se movía y agitaba en su abultada barriga.
- "¡Válgame Dios!" - pensó, - "¿tiene a mi cabritillos en la barriga, pues se los ha merendado de un solo bocado y aún están vivas.?" La cabra le ordeno al cabritillo pequeño que fueses a casa, a toda prisa y trajese: tijeras, aguja e hilo. Cuando tuvo los instrumentos, la cabra le abrió la panza al lobo, y apenas había empezado a cortar, cuando uno de las cabritillos asomó la cabeza.
Al seguir cortando saltaron los seis afuera, uno tras otro, todos vivitos y sin daño alguno, pues el lobo, en su glotonería, las había engullido enteras. ¡Que gran alegria! ¡Con cuánto cariño abrazaron los cabritillos a su mama!. Pero la cabra dijo:
- Traedme ahora piedras; llenaremos con ellas la panza de este condenada lobo, aprovechando que duerme. Los siete cabritillos corrieron en busca de piedras y las fueron rellenando la barriga, hasta que ya no cupieron más. La madre cabra, cosió la piel con tanta presteza y suavidad, que la fiera no se dio cuenta de nada ni hizo el menor movimiento.
Cuando el lobo desperto de la siesta, se levantó y como los guijarros que le llenaban la barriga, le diesen mucha sed, se fue a beber a un pozo. Mientras andaba, moviéndose de un lado a otro, los guijarros de su panza, chocaban entre sí con gran ruido, por lo que exclamó:
- ¿Qué será este ruido que suena en mi barriga?
Creí que eran seis cabritillos, mas ahora, me suenan como pedruscos.
Al llegar al pozo e inclinarse sobre el brocal, el peso de las piedras lo arrastró y lo hizo caer al fondo, donde se ahogó miserablemente. Viéndolo, los cabritillos, acudieron corriendo y gritando jubilosas:
- ¡Muerto está el lobo! ¡Muerto está el lobo!
La cabra y los cabritillos, se pusiéron a bailar al corro en torno al pozo.




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