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Cuentos de los Hermanos Grimm

Hermanos GrimmLos cuentistas conocidos como Hermanos Grimm, eran: Jacob Grimm (1785-1863) y su hermano Wilhelm (1786-1859) nacidos en Hanau, Hesse (Alemania). Fueron profesores de la Universidad de Gotinga, los despidieron en 1837 por protestar contra el rey Ernesto Augusto I de Hannover e invitados al año siguiente por Federico Guillermo IV de Prusia, como profesores en la Universidad Humboldt de Berlin.
Entre sus obras destacan:
- Kinder- und Hausmärchen (Cuentos para la infancia y el hogar),compuesto de dos volúmenes publicados en 1812 y 1815, que fue ampliado en 1857 y se conoce popularmente como: Cuentos de hadas de los hermanos Grimm. Entre sus titulos figuran: Blancanieves, Caperucita Roja, La bella durmiente, La Cenicienta, El príncipe rana, El sastrecillo valiente, Hansel y Gretel, Pulgarcito, Rapunzel, El lobo y los siete cabritos, El gato con botas...
- Leyendas alemanas.
- Silva de romances viejos. Una colección de romances españoles comentados.
- Diccionario de etimologías y ejemplos de uso del léxico alemán (Deutsches Wörterbuch), que consta de 33 tomos.

Blancanieves y los siete enanitos

Blancanieves Había una vez...
...Una niña muy bonita, una pequeña princesa que tenía un cutis blanco como la nieve, labios y mejillas rojos como la sangre, y cabellos negros como el azabache. Su nombre era Blancanieves.
A medida que crecía la princesa, su belleza aumentaba día tras día, hasta que su madrastra, la reina, se puso muy celosa. Llegó un día en que la malvada madrastra no pudo tolerar más su presencia y ordenó a un cazador que la llevara al bosque y la matara. Como ella era tan joven y bella, el cazador se apiadó de la niña y le aconsejó, que buscara un escondite en el bosque.
Blancanieves, corrió tan lejos como se lo permitieron sus piernas, tropezando con rocas y troncos de árboles que la lastimaban. Por fin, cuando ya caía la noche, encontró una casita y entró para descansar. Todo, en aquella casa era pequeño, pero más lindo y limpio, de lo que se pueda imaginar. Cerca de la chimenea, estaba puesta una mesita con siete platos muy pequeñitos, siete tacitas de barro y al otro lado de la habitación, se alineaban siete camitas muy ordenadas. La princesa, cansada, se echó sobre tres de las camitas, y se quedó profundamente dormida.
Cuando llegó la noche, los dueños de la casita regresaron. Eran siete enanitos, que todos los días salían para trabajar en las minas de oro, muy lejos, en el corazón de las montañas.
- ¡Caramba, qué niña más bella! -exclamaron sorprendidos-. ¿Y cómo llegaría hasta aquí?
Se acercaron para admirarla cuidando de no despertarla. Por la mañana, Blancanieves sintió miedo al despertarse y ver a los siete enanitos que la rodeaban. Ellos la interrogaron tan suavemente que ella se tranquilizó y les contó su triste historia.
-Si quieres cocinar, coser y lavar para nosotros -dijeron los enanitos-, puedes quedarte aquí y te cuidaremos siempre.
Blancanieves aceptó contenta. Vivía muy alegre con los enanitos, preparándoles la comida y cuidando de la casita. Todas las mañanas se paraba en la puerta y los despedía con la mano cuando los enanitos salían para su trabajo.
Pero ellos le advirtieron:
Siete enanitos de Blancanieves- ¡Cuídate. Tu madrastra puede saber que vives aquí y tratará de hacerte daño!.
La madrastra, que de veras era una bruja, y consultaba a su espejo mágico, para ver si existía alguien más bella que ella, descubrió que Blancanieves, vivía en casa de los siete enanitos. Se puso furiosa y decidió matarla ella misma. Disfrazada de vieja, la malvada reina, preparó una manzana con veneno, cruzó las siete montañas y llegó a casa de los enanitos.
Blancanieves, que sentía una gran soledad durante el día, pensó que aquella viejita no podía ser peligrosa. La invitó a entrar y aceptó agradecida la manzana, al parecer deliciosa, que la bruja le ofreció. Pero, con el primer mordisco que dio a la fruta, Blancanieves cayó como muerta.
Aquella noche, cuando los siete enanitos llegaron a la casita, encontraron a Blancanieves en el suelo. No respiraba ni se movía. Los enanitos lloraron amargamente porque la querían con delirio. Por tres días velaron su cuerpo, que seguía conservando su belleza: cutis blanco como la nieve, mejillas y labios rojos como la sangre, y cabellos negros como el azabache.
- ¡No podemos enterrarla! -dijeron los enanitos. Entonces, hicieron un ataúd de cristal, y colocándola allí, la llevaron a la cima de una montaña. Todos los días los enanitos iban a velarla.
Un día un príncipe, que paseaba en su gran caballo blanco, vio a la bella niña en su caja de cristal y pudo escuchar la historia de labios de los enanitos. Se enamoró de Blancanieves y logró que los enanitos le permitieran llevar el cuerpo al palacio, donde prometió adorarla siempre. Pero cuando movió la caja de cristal tropezó y el pedazo de manzana que había comido Blancanieves se desprendió de su garganta. Ella despertó de su largo sueño y se sentó.
Hubo gran regocijo, y los enanitos bailaron alegres, mientras Blancanieves, aceptaba ir al palacio y casarse con el príncipe.

La bella durmiente

Blancanieves y las HadasHace muchos años vivía un rey y una reina, que decían todos los días:
Ay, si tuviéramos un hijo!- y no les nacía ninguno; pero una vez, estando la reina bañándose, saltó una rana en el agua, la cual la dijo:
- Antes de un año verás cumplido tu deseo, y tendrás una hija.
No tardó en verificarse lo que había predicho la rana, pues la reina dio a luz una niña tan hermosa, que el rey, lleno de alegría, deseaba compartir su felicidad y dispuso un gran festín, al cual invitó, no sólo a sus parientes, amigos y conocidos, sino también a las hadas, para que la niña fuese amable y de buenas costumbres. Había trece hadas en su reino, pero como sólo tenía doce cubiertos de oro, que son los únicos con que comen las hadas, una de ellas no podía asistir al banquete. Se celebro el festin con gran magnificencia, y al final del mismo, cada una de las hadas, concedió a la niña un don especial, ésta la virtud, aquella la hermosura, la tercera las riquezas, y así la concedieron, todo cuanto puede desearse en el mundo; mas apenas había hablado la undécima, entró de repente la decimotercera, deseosa de vengarse porque no la habían convidado, y sin saludar ni mirar a nadie, dijo en alta voz:
- La princesa, se herirá con un huso al cumplir los quince años y quedará muerta en el acto.
Y salió de la sala sin decir otra palabra. Se asustaron todos los presentes, pero entró enseguida la duodécima que no había hecho aún su regalo; no pudiendo evitar el mal que había predicho su compañera, procuró modificarle y dijo:
- La princesa no morirá, pero estará sumergida en un profundo sueño por espacio de un siglo, del cual volverá, trascurrido este tiempo.
El rey, que quería evitar a su querida hija todo género de desgracias, dio la orden de que se quemasen todos los husos de su reino; pero la joven se hallaba adornada de todas las gracias que la habían concedido las hadas, pues era muy hermosa, amable, graciosa y entendida, de manera, que cuantos la veían, sentían hacia ella el mayor cariño. Mas al llegar el día en que cumplió los quince años, dio la casualidad de que se hallase sola en palacio, por haber salido el rey y la reina; comenzó a recorrer aquella vasta morada, deseosa de saber lo que contenía y vio una tras otra todas las habitaciones hasta que llegó a una torre muy elevada; subió una estrecha escalera y llegó a una puerta, la cual no se tardó en abrir, dejándola ver una pequeña habitación, donde se hallaba una anciana con su huso hilando con la mayor laboriosidad.
Bella Durmiente y el Principe- Buenos días, abuelita, dijo la princesa, ¿qué haces?
- Estoy hilando, contestó la anciana haciendo una cortesía con la cabeza.
-¿Qué es eso que se mueve con tanta ligereza? continuó diciendo la niña; y fue a coger el huso para ponerse a hilar; pero apenas le había tocado, se realizó el encanto y se hirió en el dedo.
EEn el mismo instante en que sintió la cortadura fue a parar a su cama, donde cayó en un profundo sueño, el cual se extendió a todo el palacio. El rey y la reina, que habían entrado en aquel mismo momento, se quedaron dormidos, igualmente que toda la corte; también se durmieron los caballos en la cuadra, los perros en el patio, las palomas en el techo, las moscas en la pared, y hasta el fuego que ardía en el fogón dejó de arder, y la comida cesó de cocer, y el cocinero y los pinches se durmieron por último, para que no quedase nadie despierto. Cesó también el viento y no volvió a moverse ninguna hoja de los árboles sitos en los alrededores del palacio.
No tardó mucho en nacer y crecer un zarzal en torno de aquel edificio, el cual fue haciéndose más grande cada día hasta que cercó por completo el palacio, cubriendo hasta el tejado, y solo los ancianos del país, podían dar alguna noticia de la hermosa Rosa-con-Espinas que se hallaba allí dormida; pues con este nombre era conocida la princesa, y de tiempo en tiempo, venían algunos príncipes, que querían penetrar a través de la zarza en el palacio, mas les era imposible, pues las espinas se cerraban fuertemente, y los jóvenes quedaban cogidos por ellas, no pudiendo muchas veces soltarse, de modo que morían allí.
Trascurridos muchos, muchos años, fue un príncipe a aquel país y oyó lo que contaba un anciano de aquella zarza, detrás de la cual había un palacio, en el que dormía desde el siglo anterior, una hermosa princesa, llamada Rosa-con-Espinas, y con ella estaban dormidos el rey y la reina y toda la corte. Añadió además, haber oído decir a su abuelo, que muchos príncipes habían tratado ya de atravesar por el zarzal, pero que no lo habían podido conseguir, quedando en él muertos.
Entonces dijo el doncel:
- Yo no tengo miedo y he de ver a la bella Rosa-con-Espinas.
El buen anciano, quiso distraerle de su propósito, mas viendo no lo conseguía, le dejó entregarse a su suerte. Pero precisamente entonces, habían trascurrido los cien años y llegado el día, en el cual debía despertar, Rosa-con-Espinas. Cuando se acercó el príncipe a la zarza, la halló convertida en un hermoso rosal, que abriéndose por sí mismo le dejó pasar cerrándose después. Llegó a la cuadra y vio dormidos a los perros y caballos, miró el techo y vio a las palomas con la cabeza debajo de las alas, y cuando entró en el edificio, notó que las moscas estaban dormidas en las paredes, el cocinero se hallaba en la cocina en actitud de llamar a los pinches, y la criada estaba cerca de un gallo que parecía dispuesto a cantar. Fue un poco más lejos y vio en un salón a toda la corte dormida, y al rey y a la reina durmiendo en su trono. Fue un poco mas allá y todo se encontraba tranquilo, sin que se oyese el menor ruido, hasta que al fin llegó a la torre y abrió la puerta del cuarto en que dormía Rosa-con-Espinas. Quedose mirándola, y era tan hermosa, que no pudo separar sus ojos de ella; se inclinó y la dio un beso, pero apenas la habían tocado sus labios, abrió los ojos Rosa-con-Espinas, despertó y le miró con la mayor amabilidad. Bajaron juntos de la torre y despertó el rey y la reina y toda la corte y se miraron unos a otros llenos de admiración; despertaron los caballos en la cuadra y comenzaron a relinchar, y los perros ladraron al levantarse y las palomas que se hallaban en el techo sacaron sus cabecitas de debajo de sus alas, miraron a su alrededor y echaron a volar; las moscas se separaron de las paredes, el fuego se reanimó y se puso a chisporrotear en la cocina y se coció la comida; el cocinero dio un cachete a cada pinche, los cuales comenzaron a llorar, y la criada despertó al canto del gallo. Acordaron celebrar con gran magnificencia la boda del príncipe con Rosa-con-Espinas y vivieron felices hasta el fin de sus días.

Caperucita Roja

caperucita roja y el loboHabía una vez, una adorable niña que era querida por todo aquél que la conociera, pero sobre todo por su abuelita, y no quedaba nada que no le hubiera dado a la niña. Una vez le regaló una pequeña caperuza o gorrito de un color rojo, que le quedaba tan bien, que ella nunca quería usar otra cosa, así que la empezaron a llamar Caperucita Roja.
Un día su madre le dijo: Ven, Caperucita Roja, aquí tengo un pastel y una botella de vino, llévaselas en esta canasta a tu abuelita que esta enfermita y débil y esto le ayudará. Vete ahora temprano, antes de que caliente el día, y en el camino, camina tranquila y con cuidado, no te apartes de la ruta, no vayas a caerte y se quiebre la botella y no quede nada para tu abuelita. Y cuando entres a su dormitorio no olvides decirle, Buenos días, ah, y no andes curioseando por todo el aposento.
No te preocupes, haré bien todo, dijo Caperucita Roja, y tomó las cosas y se despidió cariñosamente. La abuelita vivía en el bosque, como a un kilómetro de su casa. Y no más había entrado Caperucita Roja en el bosque, siempre dentro del sendero, cuando se encontró con un lobo. Caperucita Roja, no sabía que esa criatura pudiera hacer algún daño, y no tuvo ningún temor hacia él.
- Buenos días, Caperucita Roja, dijo el lobo.
- Buenos días, amable lobo.
- ¿Adonde vas tan temprano, Caperucita Roja?
- A casa de mi abuelita.
- ¿Y qué llevas en esa canasta?
- Pastel y vino. Ayer fue día de hornear, así que mi pobre abuelita enferma va a tener algo bueno para fortalecerse."
- ¿Y adonde vive tu abuelita, Caperucita Roja?
- Como a medio kilómetro más adentro en el bosque. Su casa, está bajo tres grandes robles, al lado de unos avellanos. Seguramente ya los habrás visto," contestó inocentemente Caperucita Roja..
El lobo, se dijo en silencio a sí mismo:
Qué criatura tan tierna! qué buen bocadito, y será más sabroso que esa viejita. Así que debo actuar con delicadeza para obtener a ambas fácilmente."
Entonces acompañó a Caperucita Roja, un pequeño tramo del camino y luego le dijo:
- Mira Caperucita Roja, que lindas flores se ven por allá, ¿por qué no vas y recoges algunas? ¡Tampoco te has dado cuenta, del dulce canto de los pajaritos!. ¡Vas caminando, tan deprisa como si fueras para la escuela y no percibes las maravillas que hay en el bosque!."
Caperucita Roja, levantó sus ojos, y cuando vio los rayos del sol danzando aquí y allá entre los árboles, y vio las bellas flores y el canto de los pájaros, pensó:
- Supongo que podría llevarle unas de estas flores frescas a mi abuelita y que le encantarán. Además, aún es muy temprano y no habrá problema si me atraso un poquito, siempre llegaré a buena hora." Y así, se aparto del camino y se fue a cortar flores. Y cuando cortaba una, veía otra más bonita, y otra y otra, y sin darse cuenta se fue adentrando en el bosque.
caperucita roja, la abuelita y el lobo Mientras tanto, el lobo aprovechó el tiempo y corrió directo a la casa de la abuelita y tocó a la puerta.
-¿Quién es? preguntó la abuelita.
-Caperucita Roja, contestó el lobo.
- Traigo pastel y vino. Ábreme, por favor.
- Mueve la cerradura y abre tú, gritó la abuelita, estoy muy débil y no me puedo levantar.
El lobo movió la cerradura, abrió la puerta, y sin decir una palabra más, se fue directo a la cama de la abuelita y de un bocado se la tragó. Y enseguida, se puso ropa de ella, se colocó un gorro, se metió en la cama y cerró las cortinas.
Mientras tanto, Caperucita Roja se había quedado colectando flores, y cuando vio que tenía tantas que ya no podía llevar más, se acordó de su abuelita y se puso en camino hacia la casa de su abuela. Cuando llegó, se sorprendió al encontrar la puerta abierta, y al entrar a la casa, sintió tan extraño presentimiento que se dijo para sí misma:
- ¡Oh Dios! que incómoda me siento hoy, y otras veces que me ha gustado tanto estar con abuelita.
Entonces gritó:
- ¡Buenos días!, pero no hubo respuesta, así que fue al dormitorio y abrió las cortinas. Allí parecía estar la abuelita con su gorro cubriéndole toda la cara, y con una apariencia muy extraña.
¡Oh, abuelita! dijo, qué orejas tan grandes que tienes.
- Es para oírte mejor, mi niña, fue la respuesta.
- Pero abuelita, qué ojos tan grandes que tienes.
- Son para verte mejor, querida.
- Pero abuelita, qué brazos tan grandes que tienes.
- Para abrazarte mejor.
- Y qué boca tan grande que tienes.
- Para comerte mejor." Y no había terminado de decir lo anterior, cuando de un salto salió de la cama y se tragó de un bocado, también a Caperucita Roja.
Entonces el lobo decidió hacer una siesta y se volvió a echar en la cama, y una vez dormido empezó a roncar fuertemente. Un cazador, que por casualidad, pasaba en ese momento por allí, escuchó los fuertes ronquidos y pensó, ¡Cómo ronca esa viejitata! Voy a ver si necesita alguna ayuda. Entonces entro al dormitorio, y cuando se acercó a la cama vio al lobo tirado allí. ¡Así que te encuentro aquí, viejo pecador! dijo él.¡Hacía tiempo que te buscaba!" Y ya se disponía a disparar su arma contra él, cuando pensó, que el lobo podría haber devorado a la viejita y que aún podría ser salvada, por lo que decidió no disparar. En su lugar, tomó unas tijeras y empezó a abrir el vientre del lobo, que seguía dormido profundamente. En cuanto hizodos cortes, vio brillar una gorrita roja, rápidamente hizo dos cortes más y la pequeña Caperucita Roja, salió gritando: ¡Qué asustada que estuve, qué oscuro que está ahí dentro del lobo!, y enseguida salió también la abuelita, vivita, pero que casi no podía respirar. Rápidamente, Caperucita Roja, trajo muchas piedras con las que llenaron el vientre del lobo. Y cuando el lobo despertó, quiso correr e irse lejos, pero las piedras estaban tan pesadas que no soportó el esfuerzo y cayó muerto.
Las tres sintieron felices. El cazador le quitó la piel al lobo y se la llevó a su casa. La abuelita, comió el pastel y bebió el vino que le trajo Caperucita Roja y se reanimó. Pero Caperucita Roja, solamente pensó:
Mientras viva, nunca me retiraré del sendero para internarme en el bosque, cosa que mi madre me había ya prohibido hacer.

Hansel y Gretel

Erase una vez un leñador muy pobre que tenía dos hijos: un niño llamado Hansel, y una niña llamada Gretel, y que había contraído nuevamente matrimonio, después de que la madre de los niños falleciera. El leñador, quería mucho a sus hijos, pero un día una terrible hambruna asoló la región. Casi no tenían ya que comer y una noche la malvada esposa del leñador le dijo: No podremos sobrevivir los cuatro otro invierno. Deberemos tomar mañana a los niños y llevarlos a la parte más profunda del bosque cuando salgamos a trabajar. Les daremos un pedazo de pan a cada uno y luego los dejaremos allí para que ya no encuentren su camino de regreso a casa. El leñador se negó a esta idea porque amaba a sus hijos y sabía que si los dejaba en el bosque morirían de hambre o devorados por las fieras, pero su esposa le dijo: Tonto, ¿no te das cuenta que si no dejas a los niños en el bosque, entonces los cuatro moriremos de hambre?"
- Y tanto insistió la malvada mujer, que finalmente convenció a su marido, de abandonar a los niños en el bosque. Afortunadamente los niños estaban aún despiertos y escucharon todo lo que planearon sus padres.
Hansel dijo a su hermana Gretel : No te preocupes que ya tengo la solución". A la mañana siguiente todo ocurrió como se había planeado. La mujer levantó a los pequeños muy temprano, les dio un pedazo de pan a cada uno y los cuatro emprendieron la marcha hacia el bosque. Lo que el leñador y su mujer no sabían era que durante la noche, Hansel había salido al jardín para llenar sus bolsillos de guijarros blancos, y ahora, mientras caminaban, lenta y sigilosamente fue dejando caer guijarro tras guijarro formando un camino que evitaría que se perdieran dentro del bosque. Cuando llegaron a la parte más boscosa, encendieron un fuego, sentaron a los niños en un árbol caído y les dijeron Aguarden aquí hasta que terminemos de trabajar. Los niños, esperaron y esperaron, hasta que se hizo de noche; estaban junto al fuego tranquilos, porque oían a lo lejos, un ruido clap clap, que suponían que procedía del hacha de su padre, que continuaba trabajando. Pero ignoraban, que su madrastra había atado una rama a un árbol, para que hiciera ese ruido al ser movida por el viento. Cuando la noche se hizo más oscura Gretel, decidió que era tiempo de volver, pero Hansel le dijo que debían esperar que saliera la luna y así lo hicieron, cuando la luna iluminó los guijarros blancos dejados por Hansel, fue como si hubiera delante de ellos un camino de plata. A la mañana siguiente, los dos niños golpearon la puerta de su padre; ¡Hemos llegado! gritaron los niños, la madrastra estaba furiosa, pero el leñador se alegró inmensamente, porque lamentaba mucho lo que había hecho. Vivieron, nuevamente los cuatro juntos un tiempo más, pero a los pocos días, una hambruna aún más terrible que la anterior volvió a devastar la región. El leñador, no quería separarse de sus hijos, pero una vez más su esposa lo convenció de que era la única solución. Los niños oyeron esto una segunda vez, pero esta vez Hansel no pudo salir a recoger los guijarros, porque su madrastra, había cerrado la puerta con llave, para que los niños no se pudieran escapar. "No importa" le dijo Hansel a Gretel: No te preocupes, que algo se me ocurrirá mañana", Aún no había salido el sol, cuando los cuatros dejaron la casa, Hansel, fue dejando caer a lo largo del camino miguitas del pan, que le habían dado antes de partir, la malvada madrastra. Nuevamente, los dejaron junto a un fuego, en lo profundo del bosque, y esperaron mucho tiempo allí sentados, cuando estaba oscureciendo, quisieron volver a casa, Oh! que gran sorpresa se llevaron los niños, cuando comprobaron que todas las miguitas dejadas por Hansel, se las habían comido los pajarillos del bosque y no quedaba ni una solita. Solos, con mucha hambre y llenos de miedo, los dos niños se encontraron en un bosque espeso y oscuro del que no podían hallar la salida. Vagaron durante muchas horas hasta que por fin, encontraron un claro, donde sus ojos descubrieron la maravilla más grande que jamás hubiesen podido imaginar: ¡una casita hecha de dulces!. Los techos eran de chocolate, las paredes de mazapán, las ventanas de caramelo, las puertas de turrón, el camino de confites, "¡un verdadero manjar!" dijo Hansel ,quien corrió hacia la casita, diciendo a su hermana: ¡Ven Gretel, yo comeré del techo y tu podrás comerte las ventanas!" Y así diciendo y corriendo, los niños se abalanzaron sobre la casa y comenzaron a devorarla, sin notar que, sigilosamente salía a su encuentro una malvada bruja, que inmediatamente los llamó y los invitó a seguir Veo que queríais comer mi casa dijo la bruja Pues ahora ¡yo los voy a comer a vosotros! y los tomó prisioneros. Y así diciendo los examinó: Tu, la niña dijo mirando a Gretel "me servirás para ayudarme mientras engordamos al otro que está muy flacucho y así no me lo puedo comer, pues solo lamería los huesos". Y sin prestar atención a las lágrimas de los niños, tomó a Hansel y lo metió en un diminuto cuarto esperando el día en que estuviese lo suficientemente gordo para comérselo. Una noche mientras la bruja dormía los niños empezaron a crear un plan. "Como la bruja es muy corta de vista" dijo Gretel "cuando ella te pida que le muestres uno de tus dedos, para sentir si ya estas rellenito, tu lo que vas a sacar por entre los barrotes de la jaula, es este huesito de pollo, de forma tal que la bruja, sienta lo huesudo de tu mano y decidía esperar un tiempo más" y ambos estuvieron de acuerdo con la idea. Sin embargo, y como era de esperarse, esa situación no podía durar por siempre, y un mal día la bruja vociferó: Ya estoy cansada de esperar que este niño engorde. Come y come todo el día y sigue flaco como el día que llegó". Entonces encendió y gigantesco horno le gritó a Gretel, "métete dentro para ver si ya está caliente", pero la niña, que sabía que en realidad lo que la bruja quería era atraparla dentro para comérsela también, le replicó: "No se como hacerlo". "Quítate" grito la bruja, moviendo los brazos de lado a lado y lanzando maldiciones a diestra y siniestra, "estoy fastidiada" le dijo: "Si serás tonta. Es lo más fácil del mundo, te mostraré cómo hacerlo" .Y se metió dentro del horno. Gretel, sin dudar un momento, cerró la pesada puerta y dejó allí atrapada a la malvada bruja, que, dando grandes gritos pedía que la sacaran de aquel gran horno, fue así como ese día la bruja murió quemada en su propia trampa. Gretel, corrió entonces junto a su hermano y lo liberó de su prisión. Entonces, los niños vieron que en la casa de la bruja, había grandes bolsas con montones de piedras preciosas y perlas. Así que llenaron sus bolsillos, lo más que pudieron y a toda prisa dejaron aquel bosque encantado. Caminaron y caminaron sin descansar y finalmente dieron con la casa de su padre, quien al verlos llegar se llenó de júbilo, porque desde que los había abandonado no había pasado un solo día sin que lamentase su decisión. Los niños corrieron a abrazarlo y, una vez que se hubieron reencontrado, les contó que la malvada esposa había muerto y que nunca más volvería a lastimarlos, los niños entonces recordaron y vaciaron sus bolsillos ante los incrédulos ojos de su padre que nunca más debió padecer necesidad alguna.




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